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Matilde Fernández / Presidenta del Observatorio Estatal de la Soledad no Deseada (SoledadES)

'Hay que acercarse a las personas y no esperar que las personas llamen a las puertas de los servicios públicos'

“Conocer más y mejor las soledades, como primer paso para poder combatirlas”. Este es el objetivo del Observatorio Estatal de la Soledad no Deseada, como explica su presidenta, Matilde Fernández. Se trata de profundizar en este fenómeno que sigue creciendo e instar a la toma de medidas para ponerle fin: “Los poderes públicos deben incorporar en sus agendas políticas la atención a las personas que se sienten solas, empezando con la prevención”, expone Fernández

M.S. / EM 31-01-2023

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Pregunta.- Hace menos de un año que el Observatorio Estatal de la Soledad no Deseada comenzó su andadura de la mano de la Fundación ONCE y numerosas entidades colaboradoras. ¿En qué aspectos han centrado sus líneas de trabajo?

Respuesta.- Estamos satisfechos del trabajo y esfuerzo de estos meses, hemos intentado cubrir espacios de los diferentes objetivos por los que nacimos. Nacimos para conocer, más y mejor las soledades, como primer paso para poder combatirlas y nuestro ‘Informe sobre la percepción social de la soledad’ está siendo muy útil para Administraciones y organizaciones de todo tipo. Nacimos para difundir ese conocimiento y las buenas prácticas que en España y fuera de España se realizan para hacer frente a las soledades y lo estamos haciendo a través de nuestra página web y a través de seminarios y jornadas. Hemos realizado tres jornadas de gran interés: una, sobre acciones positivas dirigidas a la juventud; otra, sobre políticas en marcha por administraciones locales y una tercera, sobre programas realizados por la ONCE con sus afiliados y por otras ONG de personas con discapacidad. También buscamos rentabilizar el esfuerzo de todas las organizaciones que forman parte del Comité Coordinador del Observatorio para innovar entre todos.

P.- No hace demasiado se hablaba de visibilizar la soledad no deseada y situarla como lo que es: un problema social. ¿Cuál debería ser, hoy, el siguiente paso? ¿O todavía nos queda camino por recorrer en cuanto al conocimiento de este fenómeno?

R.- Hemos de seguir trabajando en las dos direcciones. Conocer más las soledades que, a lo largo de la vida de las personas se viven y se viven con dolor, conociendo mucho más sus causas y efectos. Y, hemos de dar a conocer las políticas preventivas y de atención que ayudan a hacer frente a estas soledades. Las redes comunitarias que nacen para sustituir las pérdidas que a lo largo de la vida se viven y sufren. En esto, hemos de trabajar mucho más de aquí en adelante.

P.- Cuantificar la soledad no es una tarea sencilla pero sabemos que son más de dos millones y medio de mayores de 65 años los que viven solos en España. ¿Cuál cree que tiene que ser el compromiso de las Administraciones públicas con esta realidad?

R.- Tras la pandemia de la Covid, casi un 12% de la población ha manifestado sentirse sola con frecuencia y las personas jóvenes expresan en un 16% que se han sentido solas y creen que se sienten más solos que otros colectivos. Estamos ante una publicación dirigida a personas mayores y entonces conviene decir que, tanto vivir solo o vivir aislado no va acompañado, necesariamente, de sentirse solo, aunque, sabemos que los problemas más graves de soledad no deseada aparecen en las personas de edad más avanzada, a partir de los ochenta años, que suele ir unido a alguna dependencia o fragilidad y a una pérdida de redes familiares y de amistades. Entre ellas y siguiendo sus cifras, conviene tener en cuenta que hay algo más de 460.000 personas mayores de 85 años que viven solas, de las cuales, 360.000 son mujeres. Los poderes públicos deben incorporar en sus agendas políticas la atención a las personas que se sienten solas, empezando con la prevención, y a las personas mayores de 80-85 años como grupo prioritario de la acción pública desde programas de cercanía y proximidad. Para ello, es necesario que profundicen en el conocimiento de la realidad de sus habitantes (pequeños observatorios y/o estudios) y que diseñen un plan estratégico de que hacer para llegar antes, más y mejor a la soledad de sus habitantes, barrio por barrio. Hemos de recordar que a principios de los años 80 en España vivían solos alrededor de un 10% de la población mayor de 18 años y en 2022 ya viven solos un 26% de la población mayor de 18 años y seguirá creciendo este porcentaje, como crece en toda Europa.

P.- En este sentido, en una jornada reciente organizada por la FEMP, se apuntaba al papel decisivo de los Gobiernos locales en la lucha contra la soledad. ¿De qué manera pueden ser una pieza clave para poner fin a este problema?

R.- El reto de Europa y por ende de España es el de adaptar sus Estados de Bienestar al desarrollo de Sociedades Cuidadoras, lo que implica, realizar un impulso significativo en las políticas y servicios de proximidad o cercanía. Hay que acercarse a las personas y no esperar que las personas llamen a las puertas de los servicios públicos; hay que hacer que los equipamientos, todos, estén abiertos en cada barrio y pueblo para atender las necesidades de las personas y para desarrollar programas comunitarios que creen redes de apoyo a la ciudadanía; hay que potenciar los servicios municipales, desde la teleasistencia a los centros de día pasando por más ayuda a domicilio y los programas de acompañamiento. El presidente de la SEGG decía recientemente en un curso de formación a profesionales de las diferentes áreas del bienestar que en Dinamarca dedican seis veces más a recursos de ayuda a domicilio que a recursos asistenciales o residenciales. Eso es lo que reclaman los españoles, porque en un 87% declaran que quieren vivir, hasta el final de sus vidas, si es posible, en sus casas o muy cerca de sus casas. Los urbanistas y constructores deben pensar un poco más en las viviendas que se han de construir en la sociedad española de hoy y mañana, donde, como usted decía en otra pregunta, cada vez viven más personas solas a partir de los 18 años en toda Europa y el porcentaje no hace más que crecer también en España.

P.- Ya hay ayuntamientos que están abanderando sus propuestas en esta materia, como se dieron a conocer en esa misma jornada. ¿Se muestra optimista con respecto a estas políticas?

R.- Me siento optimista porque creo en el compromiso de la mayoría de los responsables políticos y de los servidores públicos de las diferentes administraciones y porque cada día conozco algún programa comunitario nuevo en pueblos y urbes de nuestro país. Ahora bien, me sentiría más segura si el Gobierno de la Nación elaborase un Plan Estratégico contra la Soledad, tal y como se comprometieron en el Programa de Gobierno, y que ese plan sirviera de modelo para que las comunidades autónomas. hagan los suyos. Ambas administraciones deben tener en cuenta que la Administración más eficaz para desarrollar la mayor parte de estas políticas debe ser las Administraciones locales, donde deben llegar recursos suficientes para hacer esos programas de acercamiento a las personas, para desarrollar la sociedad cuidadora. También consideramos muy importante que se cuente con la economía social y con las ONG expertas y con voluntariado formado y especializado para que sean agentes, actores, protagonistas también de estas políticas. Los fondos del IRPF y las subvenciones para fines sociales deben dedicarse mayoritariamente para políticas y programas que fomenten respuestas comunitarias. Le diría también que hemos de revisar algunos buenos programas como el de Vacaciones y el de Termalismo para incorporar a personas que se sienten solas, seguirlas después en su entorno, incorporar a las personas que cuidan y acompañan para tener también su descanso.

P.- ¿En qué medida puede, como usted ha apuntado en alguna ocasión, el envejecimiento activo y la participación de los senior, contribuir a reducir la soledad?

R.- Todos los programas de envejecimiento activo son importantísimos porque cumplen, al menos, con dos objetivos. Por un lado, ponen en contacto a personas y con ello, se comunican y se desarrollan redes de contactos nuevos, de vida comunitaria, muy útiles contra las soledades, si esos programas son intergeneracionales, aún mejor. Y, por otro, porque las personas somos responsables de cuidarnos, de ocuparnos de nuestro bienestar, tenemos el derecho a ser cuidados y tenemos la obligación de cuidarnos. Hacer ejercicio, alimentarnos bien, ocuparnos de los demás, disfrutar de la Cultura, huir de las adicciones, cuidarnos física y psíquicamente…son obligaciones de cada uno de nosotros. La participación de los senior la vinculo a la necesidad que tenemos de pensar el papel, los roles, de las personas después de jubilarnos porque vamos a vivir no menos de otros 25 años y la mayor parte de ellos sanos o bastante sanos. ¿Cómo se van a “desaprovechar” esos recursos humanos, formados y con experiencia, en las sociedades longevas en las que vamos a vivir? Imposible. Las personas jubiladas hemos de ser protagonistas de las ciudades y pueblos amigables, saludables, vivibles y comunitarios.

P.- ¿Cómo esta situación merma la calidad de vida de las personas que la sufren?

R.- Estos años atrás hemos leído trabajos concretos anglosajones y aquí cada vez se conocen más datos facilitados por los investigadores de la Salud. Unos y otros estudios nos dicen que la soledad no deseada tiene impactos negativos en la salud de quienes la sufren. Afecta a la salud física, asociándose a un mayor riesgo de desarrollo de accidentes cerebro vasculares y de enfermedades coronarias, así como al aumento de riesgos de hipertensión arterial. La soledad aumenta la probabilidad de mortalidad (en torno a un 26%) y se compara con un impacto similar a la obesidad y el tabaquismo. La fragilidad de las personas crece según informan los/las médicos de atención primaria. Afecta a la salud psíquica, con mayores riesgos de deterioro cognitivo y demencias, mayor propensión a tristeza y depresión. Robo unas palabras de la profesora Sacramento Pinazo en un artículo que escribió recientemente que decía: “La soledad afecta directamente a la salud, aumenta síntomas de ansiedad y depresión, produce un mayor riesgo de padecer enfermedades crónicas, reduce la calidad del sueño, disminuye la respuesta inmunitaria y el funcionamiento cognitivo. Pero no solo eso, es mala para nuestras comunidades. Apela a nuestras conciencias como seres humanos (...)”. El trabajo coordinado entre las áreas de Salud y las de Políticas Sociales es muy importante y cada vez más.

P.- Más allá de edad, también se manifiesta en todas las condiciones sociales. ¿Es la soledad un factor de riesgo de exclusión? ¿La irrupción de la Covid-19 ha incrementado los índices de soledad?

R.- Estudios y encuestas de años anteriores, en los que se hablaba menos de la soledad, nos decían –voy a citar una encuesta del CIS de 1988– que un 10% de las personas manifestaban que se sentían bastantes solas y un 2%, muy solas. Al preguntar a las personas que además vivían solas, era un 36% las que manifestaban sentirse muy o bastante solas. El Informe del Observatorio de 2022 dice que un 9% no tienen a nadie que les ayude cuando tienen problemas y el porcentaje pasa a un 12,5% cuando es una persona joven la que contesta. Un 9% de hombres manifiestan que se han sentido solos frecuente o muy frecuentemente y un 12,9% de mujeres son las que se han sentido solas frecuente o muy frecuentemente. Las mujeres, casi en un 36%, identifican la soledad no deseada con carecer de familia cercana. Los hombres dan más importancia al hecho de carecer de relaciones sociales con un 20,9%. La generación Z y Milenios, entre 16 y 39 años, se han sentido solos sin desearlo, de una manera frecuente o muy frecuentemente, un 16,5% de ellos. Un 11,2% de los jóvenes piensan que son el grupo que siente más la soledad, por encima de todos los demás grupos o colectivos. No es un error decir que tras la pandemia ha aflorado un creciente porcentaje de personas que se sienten solas. Lo seguiremos investigando. El 50% de los encuestados identifican a las personas sin hogar como el grupo al que les afecta más la soledad, estoy dando respuesta a una parte de su doble pregunta. Como en todas las “enfermedades sociales” la pobreza y la escasez de recurso económicos, educativos y sociales agudizan la enfermedad, el malestar, y el tiempo para darle solución se alarga. Las redes de protección de las personas deben ser lo suficientemente tupidas para que nadie se caiga de ellas. Un Estado social democrático de derechos no puede permitir que siga habiendo personas que se queden en “la cuneta”. Esta es una tarea colectiva y responsabilidad de todos y no solo de los poderes públicos.



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